Hay un placer que con poco acierto podría narrar de los días de lluvia, del frescor, del verde, de cierto silencio, de la procesión fracturada de recuerdos que huelen en parte a una naturaleza más oculta de lo que deseamos y una historia más presente de lo que sospechamos: así pienso en San Marcos, ese lugar al que aunque no frecuentamos a menudo es un lugar donde el alma (al menos la mía) se refugia como una posibilidad.
Corro el riesgo de hablar desde mi vivencia, porque quisiera invocar ese lugar del alma en que se adjuntan esos significados secretos con que revivimos nuestros recuerdos de lo cotidiano, para observar las obras de Marcelo Ampié, Jorge Herrera, Guillermo Vivas, Guillermo Vásquez, Yemila Exteny, Marcos Madrigal, Denis Ruiz y Michael Monterrey, artistas que han decidido unirse bajo el nombre TAUSAM (Taller de Artistas Unidos de San Marcos) y que hoy llenan de sus universos particulares las paredes de esta nuestra Casa de los Tres Mundos, con una manera propia de narrar la historia alterna de los colores y armonías de un San Marcos cercano y personal.
Estamos ante una muestra que es una amalgama de artistas, autodidactas en su mayoría, que desde sus diferentes miradas y técnicas nos ofrecen versiones y acercamientos a lo cotidiano, hay en estas obras un gusto por la vida, un sabor por los detalles que nos regalan los instantes, veremos la fuerte proclama en el toro y la metáfora geométrica de la pureza, una alquimia de colores que nos invitan al baño cromático en esos mares donde se rememora la voz de la abuelita que rubrica el pasado con el gallo cantándole al amanecer, escucharemos suavemente un llamado a la toma de conciencia por lo nuestro la dualidad pululante de la cultura y la naturaleza. Podremos observar aquí un anhelo por la línea, la fineza, la precisión, el realismo, las sensaciones viejas y nuevas, el destiempo la creencia y en las que en ocasiones notaremos pinceladas de experimentación y una necesaria cuota de subversión inspirada en la búsqueda inacabada por lo nuevo.
Sospecho que ya no debo hablar más de esta obra compartida a la que no deseo ni puedo darle voz, ya que es en ella misma y el espíritu de sus autores donde deben expresarse los susurros, el grito, el fustigamiento. Son ellos ahora quienes hablan, y solo en nosotros yace… en ese terreno nuboso donde se alberga la expectativa, las posibilidades de las aristas que permitan el eco de estas obras.
No me voy sin antes agradecerles a Marcelo, a Jorge, a Yemila, a Marcos, a Denis, a Michael y a los dos Guillermos, su empeño y el valor que es siempre necesario para exteriorizar este sentimiento llamado arte. Gracias Muchachos, Gracias San Marcos.
Texto: William Montano
Fotos: Waleska R. Cisne
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