“Alegría”, es el título de la Expo-Pintura del maestro venezolano Ramón Maldonado Díaz, en los salones de la Casa de los Leones o Casa de los Tres Mundos en Granada. Resulta sorprendente, es un atractivo fuerte al centro de la conciencia. Inmediatamente que uno posa la vista en los cuadros percibe que es una pintura diferente.
Descubre los elementos que se “engarzan” en la secuencia. Ramón lo explica: hay muchos detalles similares a otros en nuestros países latinoamericanos, varias culturas, diferentes épocas.
La última cena de Jesús con sus apóstoles (me corrige: “La Santa Cena”), con pollo, queso, langosta, frutas tropicales… San Benito bajando al convivio sin ser invitado. El desfile de los mosaicos… precioso. El “arte naif”, por su origen tropical, por la región donde es creada la obra, es contemporánea, dice Maldonado, porque existe en la actualidad inmediata.
Pareciera una rara combinación; es lo cotidiano, lo habitual; las tradiciones y costumbres religiosas, populares y paganas; “los caminos son mapas: mujeres y hombres”; son mapas humanos en los cuadros del maestro pintor venezolano. El globo, la cometa o palometa, el trompo y otras figuras romboides.
La fiesta de los niños inocentes, 28 de diciembre, o La fiesta de los santos inocentes. La matanza de Hérodes, los niños muertos, pero vivos para salvar a otro niño, a Jesús. La fiesta de los Zaragozas, La Gigantona y sus Enanos…
Es la unidad de cosas diversas que representan eventos, hechos, formando un compuesto artístico. La complementariedad, caracteres diferentes en sus obras plásticas, distintas, pero semejantes… Los gigantes y las gigantes, la conjugación de varios sucesos históricos de nuestros pueblos… Alguien me dijo que se asemejan a nuestras pinturas primitivistas: actividades populares, bailes, atavíos sencillos…
Encuentro del Niño Jesús y San Benito, Santa Cena con los apóstoles, La Burriquita, Amanecer con la Virgen, Las Zaragozas de Sanare de Lara en Venezuela, La Naturaleza Amazónica o Pastores de Aguas Calientes…
Acción y efecto en la continuidad de sus mosaicos; prolongamiento. Una cosa empieza la otra y la sigue. El aire, las flores, los árboles, los animales, la Tierra, nuestro Continente Americano, permanente en sus costumbres y tradiciones.
Es una pintura continua que seduce, que nos atrapa cuando estamos frente a ella; una alegoría que provoca emociones, risas y mucha alegría, contento y tranquilidad. Es una producción de muchos años, dice Ramón, colocando largas mantas, extensos lienzos, proyectando la libertad propia y la de los demás. La libertad de otros, de los observadores y creyentes o no creyentes furtivos de su obra.
La actividad humana en el esplendor de los colores. El agasajo fiestero, El baile de las cintas como nuestro Palo de Mayo en la Costa Caribe. Toda una narración artística de las manos, de los dedos del pintor sobre la superficie en tela y acrílico. Lo contemporáneo, como él dice, allí está, en el tiempo y el espacio. La naturaleza amazónica, hasta el “nacatamal”, como el nuestro.
Es un pintor sin escuela, desde hace cuarenta años, con su propio estilo y con métodos del arte naif; con sus propias y espontáneas características, con premios nacionales e internacionales y exposiciones en muchos países de América y Europa. Por primera vez en Nicaragua, en la Casa de los Leones o Casa de los Tres Mundos en Granada.
Texto: Pedro José Vindell
Fotos: Waleska R. Cisne
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